lunes, 25 de agosto de 2008

Made in La...Boca

¿Made in Lanús? Los pibes de Ischia, a pura frescura, erosionaron al ex campeón y armaron un triunfo clave. Aun sin Palermo, Boca es el mejor equipo del torneo.

Chávez le da las gracias a Vargas. Noir y Viatri festejan.
Son las 18.10 de una tarde de agosto que quedará trístemente en la historia. Martín Palermo va en una ambulancia hacia su inevitable (y cruel) destino. En la Bombonera, por encima del pasto, el grito nace espontáneo. Es un coro perfecto, afinado. Miles de voces hacen una sola voz. Hay orgullo en ese mensaje. "Vamos, vamos los pibes", atrona. Dura unos segundos. Es una descripción perfecta. Ahí abajo, en el paño verde, los chicos de Boca tocan el cielo con los botines. Chávez acaba de meter su gol, el segundo, el del triunfo, pero sigue voraz. Patas cortas, va y va con sus movimientos made in Tevez. Noir corre como si estuviera en los Juegos Olímpicos y fuera jamaiquino. Trencita al viento, va y va con sus gestos made in Palacio. Lucas Viatri se les anima a los chiches aunque su mandato sea bajar con la frente todo lo que ande por el aire. Lungo atrevido, va y va con sus gestos más made in Boselli que made in Palermo. Javier García le muestra su cara al mundo y descuelga centros como si estuviera en un pelotero. Pantalón largo veloz, va y va con señales de arquero-jugador made in Gatti, Córdoba, Rubén Sánchez... La Bombonera se llena de euforia, y de frescura. Los pibes, los que todavía se deslumbran con las estrellas con las que comparten el vestuario, aseguran el triunfo del equipo de Ischia. Hoy, las figuras son ellos. La generación Play Station. Made in Boca.

Sin Caranta (discutido o no, el arquero titular), sin Riquelme, sin Palacio, sin Palermo... Boca erosionó a los crecidos pibes de Lanús con el contundente poder de la intención. Presión, circulación, movilidad, agresividad en el uno contra uno, continuidad, intensidad, precisión, sacrificio, orden... En fin, las virtudes del mejor Boca, las que mostró en los tres partidos que jugó en lo que va de la temporada, aunque esta vez interpretadas por algunas otras piernas. Y ahí radica el mayor mérito: el estilo no se mancha. El vértigo no es apuro, el control no es lentitud, la revolución es de los jugadores y no del pizarrón.

Lanús, campeonísimo en esa misma cancha hace un año, quedó deshilachado después de un buen comienzo. Porque en el primer cuarto de hora, además del gol, el equipo de Zubeldía había complicado con el escurridizo Biglieri, con el fajador Sand y con la flotación de Valeri delante de Pelletieri. Sin embargo, la ilusión de Lanús duró lo que un entretiempo. Vargas se decidió a jugar su mejor partido en Boca, se contagió de Riquelme y cuando empezó con el dulce toque colombiano, cambió el partido.

Fue Vargas el autor material e intelectual del empate y de la jugada del triunfo. Distribución exquisita, fibra para recuperar, visión para invitar a jugar. Verticalidad para asistir a Chávez en el 2-1. Fue Battaglia el sostén espiritual, quien marcó las coordenadas y, al achicar la cancha, disimuló todo lo que pudo la mala tarde de Paletta. En espacios reducidos, la técnica de Boca hizo la diferencia.

¿Cómo se define al mejor? Por resultados, por eficacia, por funcionamiento, por individualidades. Y por estética, por supuesto. Aun sin Palermo y con los pibes, Boca es el mejor.

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