jueves, 14 de agosto de 2008

Boca, Boca, Boca; fútbol, fútbol, fútbol...

En los últimos años, Boca profundizó la tendencia: menos huevo huevo huevo y más juego. Ofensivo fundamentalista, apabulla a los rivales con sus llegadas y genera espectáculo aunque a veces sufra atrás.

Hasta el Bichi Borghi se saca el sombrero por este equipo... Por lo que marca la historia, por el peso de su camiseta, por lo que empuja su gente, Boca siempre va. Y si encima tiene un entrenador seducido por una propuesta ofensiva. Y, así va el doble. Con ese espíritu, cada vez que sale a la cancha el equipo protagoniza de partidos vibrantes, en los que sobran las situaciones de gol. Claro que de tanto ir también sufre. A veces más de lo aconsejable...

Desde que llegó a principio de año y se vieron algunos desacoples en el fondo, Ischia explicó que eso era inherente al estilo de su Boca. Muy distinto al de su maestro Bianchi, que tantos títulos logró con sistemas mucho más equilibrados y menos ambiciosos, y que con su estilo práctico a veces también goleaba de tanto desgastar al rival. El tema central es que desde la llegada de Basile en el 2005 se empezó a ver a un Boca más atrevido, de toque, de riesgo, no tan firme atrás. En estos últimos años, entonces, ya no sólo importó el tradicional huevo, huevo, huevo que distinguía a Boca, sino el fútbol, fútbol, fútbol. Pasó con Basile, con un medio ofensivo cuyo 5 era Gago, y se ganaron cinco títulos. Y pasó con Russo, que con Riquelme en el primer semestre planteaba partidos de ida y vuelta, que también apostó a un volante central de los finos como Banega y que sufría cuando lo atacaban. Así, con la marca registrada del ataque, ganó la Libertadores. Pero aún ninguno pudo conseguir lo de aquéllos hiperganadores de Bianchi que metían un gol y "se terminaba el partido", según contaba Palermo.

Ischia formó un equipo que siempre mira para adelante, valorado por sus hinchas pese a que aún no hubo vuelta olímpica. ¡Si hasta metió en un arco al Fluminense en el Maracaná! Así sigue jugando ahora y quedó cerquita de la Recopa. Ante los jujeños, después de un primer tiempo malo, Ischia movió piezas, acertó cambios y el desarrollo del partido tuvo un giro mágico. Fueron cuatro goles, pero pudieron haber sido muchísimos más. Y ante Arsenal, una formación que no le regala nada a nadie, pudo reafirmar la idea de jugar el fútbol que le gusta a la gente. Un fútbol sustentado en la búsqueda casi obsesiva del arco rival, que derrocha técnica en sus individualidades y con una agresividad colectiva que preocupa a los rivales. Y lo más importante: alcanzó este funcionamiento sin su estratega y figura excluyente: Juan Román Riquelme.

El miércoles, en plena búsqueda de un nuevo título internacional, Boca tuvo un refuerzo de lujo: Palacio volvió a las canchas y estuvo intratable por velocidad y astucia para fabricar espacios y jugadas con olor a gol. Fue placentero ver a un equipo que buscó salir de su zona defensiva en forma prolija, que jugó bien la pelota pese al piso, que la hizo circular en el medio con mucho criterio en base a rotación y precisión, que fue paciente para buscar por los laterales y que arriba fue agresivo y vertical en dosis que superan largamente la media local. No es habitual que un equipo genere tantas situaciones de peligro: 22 el domingo, 14 el miércoles.

Battaglia y Dátolo están en un momento ideal, Vargas se suelta, Ibarra y Morel suben convencidos, Gracián se muestra para conducir y hasta Palermo, el goleador histórico, se mete en el circuito futbolístico. Con semejante artillería, es razonable que genere mucho. Pero, siempre hay un pero, esa vocación a veces le juega en contra: aun ganando tiene dese- quilibrios y es sorprendido de contra. Y otras veces, pese al dominio, no cierra los partidos y eso lo obliga a no cometer errores.

En el fútbol es habitual el contagio. Cuando varios jugadores rinden en buen nivel, el resto sube su confianza. Con más virtudes que errores, Boca tiene un estilo que lo distingue. Un estilo de presión para recuperar el balón y, a partir de su tenencia, agresividad ilimitada. Jugadores con mil batallas ganadas sobre sus espaldas, otros con hambre y jóvenes que se ilusionan con un futuro mejor conforman un mix que ilusiona a los hinchas. Y de la mejor manera: jugando el fútbol que más gusta.

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