sábado, 18 de octubre de 2008

Un maravilloso grupo humano
El plantel habló una hora y 20 minutos. Cáceres ofreció disculpas y Román fue cuestionado. "Yo soy así", dijo el 10.
Contrastes. Mientras Julio César Cáceres apareció tempranito (9.17), Juan Román Riquelme lo hizo casi sobre la hora del entrenamiento (9.45). El paraguayo aterrizó en un Mercedes Benz, blanco; el argentino, en un Audi A4, negro. Así de opuestos, hasta en ese insólito detalle del color de autos, andan por la vida el volante histórico y el defensor guaraní. Contrastes que se vieron antes, durante y después de esa famosa reunión, que duró una hora y veinte minutos, y sirvió para darles algunos puntos de sutura a las heridas de este maravilloso grupo humano de Boca.

En el vestuario de la Bombonera, minutos antes de las diez de la mañana y tras una de esas introducciones de ocasión de los dirigentes Juan Carlos Crespi y José Beraldi, al fin se encontraron cara a cara Riquelme y Cáceres. Tras la charla del técnico, que pidió que se dijeran todo lo que se tenían que decir para cerrar definitivamente esta historia, de a uno fueron saliendo del vestuario dirigentes, utileros, médicos, kinesiólogos y hasta el cuerpo técnico para que los jugadores se sinceraran en la más absoluta intimidad. No hubo tonos elevados, ni discusiones acaloradas. Pero sí se puso en palabras todos esos dimes y diretes que hasta ayer se ventilaban por otros lugares. Y, si bien no eliminó mágicamente las diferencias entre Riquelme y una parte del plantel, sirvió para sellar la paz hasta la reestructuración de fin de año.

"Yo quiero pedirle disculpas a todo el grupo", arrancó la ronda el paraguayo, excusándose en las formas, por las declaraciones que hizo desde Paraguay, pero sin retroceder demasiado en el fondo. Y sin pasar por alto ese "este muchacho" con el que Román trató el jueves a Cáceres en la conferencia de prensa. Tras esas disculpas, un Martín Palermo moderador hizo lugar a los demás cuestionamientos. "Román, acá también hay algunas actitudes tuyas que molestan", abrió el juego el goleador, con un liderazgo legitimado por el grupo. Y ahí el 10 escuchó lo suyo: desde consideraciones por su humor inestable, porque "un día saludás y otro no", pasando por ciertos privilegios, y hasta terminar en reproches por comentarios despectivos que Román les hizo a unos compañeros de otros. Nada pareció conmover demasiado a Riquelme: "Yo soy así y no voy a cambiar. Esta es mi forma de ser. Adentro de la cancha somos un equipo, afuera no quiero ser amigo de ninguno", respondió para lo primero. Y, sin perder la calma, les repreguntó: "'No me entreno todos los días con ustedes? 'De qué privilegios me hablan?". Y por esos "me dijeron que me dijiste" tampoco se alteró. La conclusión final de Riquelme puertas adentro fue muy clarita: "En el 2000 estábamos mucho peor que ahora y salimos campeones del mundo". Puertas afuera, antes de dejar el club, pasadas las dos y media, el 10 fue un tanto más sintético: "No pasó nada. Puro puterío. El domingo le ganamos a River", les dijo a los suyos.

Además de Cáceres, Palermo y Riquelme, en esa prolongada reunión que hizo que el entrenamiento empezara recién a las 11.20 de la mañana, también se escucharon las voces de un Ibarra que respaldó a su amigo Román, de un Caranta que sumó su descontento con algunas actitudes, de un Battaglia componedor y, también, la de un Palacio que le pidió a Román respeto para cuidar la convivencia. Después de la charla, con todo dicho, el cabaret se cerró con el firme propósito de ganarle a River para dejar todo esto atrás. Igual, claro, la primera imagen de la práctica fue una postal: todos jugando un loco y Román e Ibarra elongando a un costado. Luego, el 10 por un arco y el 2 por el otro.

Ya no hay más tiempo para la terapia de grupo. Mañana hay un superclásico. Y el lunes Dios dirá...

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