martes, 7 de octubre de 2008

Es el otro superclásico

A 12 días de jugar contra River, la interna de La Doce está en su peor momento. El secuestro de armas a la salida del estadio lo dejó claro: la guerra está por estallar.


MAURO, CON MUSCULOSA AMARILLA, Y MAXI, EN CUEROS, EL DOMINGO CONTRA ESTUDIANTES.
Si no preanunciara trágicas jornadas por venir, hasta podría quedar simpático emparentar la situación con Vencedores Vencidos de Patricio Rey. "Me voy corriendo a ver qué dice en mi pared la tribu de tu calle", se proclama por La Boca. Y lo que decían ayer a la madrugada los muros de La Bombonerita era como para ponerse en alerta. "Mauro Botón" está escrito por allí. "Andan armados y no pasa nada", reza por allá. "Habrá balas para todos", prometen con aerosol negro. La interna de La Doce está en su punto de mayor hervor y nadie parece dispuesto a pararla. El domingo, tras la derrota contra Estudiantes, hubo otro capítulo de esta batalla entre el grupo que lidera Mauro Martín, actual jefe de la barra, y el que comanda el uruguayo Richard, que quiere desbancarlo. Y, profetizan, no falta mucho para que se produzca el encontronazo final.

Tal como informó Olé, el domingo Conductas Delictivas de la Federal detuvo un auto de La Doce en el que viajaban tres supuestos miembros del círculo aúlico de Mauro y encontraron armas de guerra. Al mismo tiempo, otro grupo de la Policía identificaba a dos supuestos barras en el estacionamiento, también con armas. Los juguetitos tenían una explicación: corría el rumor de que el grupo de Richard junto a gente de la zona Sur iría a recuperar su porción de poder justo antes del superclásico. Los cinco fueron detenidos, dos salieron a última hora del domingo y otros tres, Oscar Ortazu, Marcelo Fernández y Darío Martínez, quedaron presos e imputados por el delito de portación de arma de guerra y hoy declararán ante el juez Ricardo Pinto, que lleva la causa.

La interna se da, como siempre, por quién se queda con la parte del león. Cuando Di Zeo cayó preso, Mauro y Richard se aliaron para bajar a Alejandro Falcigno y Tyson Ibáñez, la gente que había dejado Rafa para que le cuidara la tribuna. Una vez logrado el cometido (los desbancaron en una pelea con armas blancas en Entre Ríos, en pleno viaje a Brasil por la final de la Libertadores 07), dominaron juntos la barra. Pero este año empezaron los problemas. Y un tercer grupo, el de Lomas de Zamora, quiso aprovechar el río revuelto. Hubo un enfrentamiento antes de jugar con Huracán, por el Clausura (16/3/08), y Mauro sospechó que Richard había incentivado a los de Lomas para provocar la pelea y desgastar así su poder. Desde allí, ya nada fue igual. Y el quiebre definitivo se dio cuando en el lunch con parte del plantel previo al viaje de pretemporada en Estados Unidos, el Uruguayo le bajó un diente a Migliore y fue expulsado de la barra. Pero Richard, que tiene prontuario y maneja un grupo de 30 hombres de la zona de Barracas, no se quedó de brazos cruzados. Dos veces hubo enfrentamientos entre ambos bandos: tras el debut contra Gimnasia de Jujuy en el Apertura, en el estacionamiento, y en la previa del partido contra Arsenal por la Sudamericana. En ambas ocasiones ganaron los de Mauro, que para la última batalla sumó gente de Lomas de Zamora. Pero éstos no obtuvieron el protagonismo posterior que anhelaban, y ahora se aliaron al Uruguayo para desbancar a Mauro. Sabiendo que la correlación de fuerzas aún no les da para presentar batalla cuerpo a cuerpo, largaron la táctica de guerra de guerrillas para minarle el poder de a poco. Y contaron con el apoyo de otras barras que tienen cuentas pendientes con Martín. Así, tres fechas atrás, en Lanús--Huracán, apareció una bandera contra el jefe de La Doce en medio de la tribuna Granate. El viernes, en Racing--Central, hubo otro trapo con la leyenda: "Mauro Martín, jefe de la Policía Federal". Y el domingo la escalada dio un paso aún más grande: pasaron el dato de en qué auto iban las armas que llevaba La Doce a la cancha. Sí, la interna arde y nadie sabe en dónde va a terminar. Aunque se presume. Y lo que se presume, justamente, no es nada agradable.

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