jueves, 29 de mayo de 2008

El Que Riò Ultimo....

Ganaba 2-1, iba por más, pero Migliore puso flojas las manos y el Fluminense le empató. En Brasil la tendrá brava, pero a Boca nunca hay que darlo por muerto.

2 de 2
Migliore queda aplaudiendo el aire, el tiro de Thiago Neves va adentro.

Thiago Neves pateó desde la casa: Migliore aplaudió el aire y la pelota hizo una cabriola para terminar en el fondo del arco y silenciar a toda una cancha ansiosa. Era el 2 a 2. Pocos segundos después, Palacio la empalmó en el borde del área chica. Un chutazo que superó a dos defensores que lo cerraban y se colaba en el ángulo. Pero apareció un fantasma. Apareció un manotazo, un brazo izquierdo como un rayo, echándola al córner. Fernando Henrique salvaba al Fluminense, evitaba el tercero de Boca. Ahogaba el grito de un estadio que estallaba. Marcaba la gran diferencia la noche. La de un arquero que se mandó una chambonada muy cara contra otro que le salvó la ropa al Flu...

Aguante, Boca. Justamente no lo pudo aguantar. Lo buscó siempre, del primer segundo al último, con aciertos y errores pero con una conmovedora entrega que por muchos ratos se pareció demasiado a vértigo, a locura, a acelere. Por momentos buscó antes el segundo que el primero, el tercero que el segundo. Con la intermitencia de sus figuras apareciendo a cuentagotas, sufriendo porque el rival se paraba con el orden y la firmeza suficiente como para entorpecerle todos los caminos, pero no hubo instante en que no lo intentara perforar. Sí, Boca penó porque enfrente tuvo a un equipo que por ratos le quitó la pelota, se la tocó y la escondió hasta ponerle los pelos de punta más de una vez. Que le armó un intríngulis en el medio que no terminaba de resolver...

Incluso penó porque arrancó con un rápido 1-0, con sensación de cosa juzgada. Y si bien se desvaneció en un suspiro, volvió a dejar el alma, aun cuando a Román le costaba salir del barullo que le proponía una defensa brasileña de tres que se convertía rápido en una de cinco, con dos volantes tapones que metían la cola bien atrás. Boca necesitó que Palermo contagiara corriendo rivales y jugándose la vida en cada pelota. Aunque Chávez no le encontrara la vuelta a Julio César, que se le colaba por la espalda y le hacía un lío bárbaro. Pero lo tuvo a Riquelme para colgarla de un ángulo y, de la nada, pintar el partido con los más bellos colores del fútbol. Un tiro libre precioso. Un remate que tenía gusto a definitivo. Una maravilla tal merece serlo.

Pero no lo aguantó. Migliore puso mal el guante.

Caras largas. Cómo no amargarse cuando se hizo tanto para redondear una buena faena, cuando el corazón se quedó sin una gota de sangre porque se la gastó toda en la cancha. Claro que Boca se fue con mufa, masticando una bronca que vale por dos goles en contra. Por la necesidad de ir a buscar un triunfo a Brasil...

Pero, un momento: ¿no es que Atlas se había llevado un empate de Buenos Aires y en su cancha apareció un tipo alto y rubio que rompió todos los pronósticos? Sí, Boca se fue triste. Pero sabe que es capaz de cualquier hazaña. En Guadalajara, o en Río. En una semana se verá...

No hay comentarios: